El origen de las luces de navidad

 
Las luces navideñas de hoy en día pueden iluminar árboles y marcos de ventanas con luces diminutas y centelleantes de muchos colores, o causar frustración con sus cables largos y propensos a enredarse. Pero las primeras luces de este tipo, introducidas en 1882 por Edward Johnson, un amigo y socio de Thomas Edison, fueron una historia diferente.

Johnson no introdujo la idea de utilizar la luz para celebrar la festividad; la tradición de hacer que el invierno sea festivo con la luz y el calor del fuego es mucho más antigua que la electricidad. Durante muchos años, los que podían permitirse el lujo expresaban su espíritu navideño encendiendo velas en los árboles.

Generalmente, el árbol se colocaba en el salón y cuando toda la familia bajaba a verlo, se encendían todas las velas. Se disfrutaba de su destello solo unos momentos para luego apagarlas rápidamente. Según la tradición, se encendías velas como símbolo de la «luz de Jesús». Pero todas esas velas tenían un serio inconveniente ya que causando numerosos incendios; tratar de sujetar una multitud de velas encendidas a un árbol usando cera derretida o alfileres no era para nada una idea práctica o segura.

La idea de Edward Johnson fue reemplazar las velas con una serie de luces eléctricas hechas con pequeñas bombillas de luces rojas, blancas y azules en forma de pera conectadas en un solo cable. Su invención tubo su eco en algunos diarios pero la idea no se hizo popular en los Estados Unidos, ya que muchos no confiaban completamente en la electricidad y las bombillas eran demasiado caras para ser prácticas.

Eso cambió en la década de 1920, cuando las luces premontadas de General Electric se volvieron más accesibles y baratas. El presidente Grover Cleveland también ayudó a popularizar las luces después de uasarlas para encender un árbol de Navidad en la Casa Blanca en 1895.

 

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